Regalo

24 abril, 2012



Se acerca una fecha especial y uno siente la necesidad compulsiva de comprar. Comprar es una de las mejores formas de demostrar nuestros sentimientos, o así nos lo han enseñado. Dime que me regalarás y sabré cuanto me quieres.
El supermercado es el templo de los sentimientos. Pasamos de querer a las personas y usar las cosas, a usar a las personas y querer las cosas. Alguien resume su relación filial con el comprobante de compra del último Día de las Madres.
Los vendedores, que no son bobos aunque estudian para eso, han hecho contratos con el calendario y no les bastan los días de santos, cumpleaños, fiestas religiosas y efemérides, por lo que hacen publicidades para obligarnos a pensar que cualquier día es bueno para un regalo, aunque no siempre se pueda amar.
Ir a las tiendas se convierte entonces en una especie de aventura caballeresca para conquistar, no reinos ni dragones, sino una figurita de cerámica, envuelta en papel de celofán.
El que regala, debe poseer el don de la paciencia, para no abandonar antes de tiempo las colas; la fuerza en la palabra para ganar la atención de la vendedora; la destreza en los músculos para alcanzar los productos y sobre todo la fe de que su aventura tendrá feliz término, aún cuando apenas alcance reproducciones en plástico de perritos con sarna.
La naturaleza de los regalos suele ser tan diversa como inútil. Entre los enseres domésticos podemos encontrar: cuchillos para limpiar los dientes de los leones marinos, tijeras para jardines con vegetación del cinturón polar ártico o escobas sin cabos y con pelos de conejos lampiños.
Los hombres suelen ser más simples si de regalos se trata. El Día de los Padres, por ejemplo, suelen encontrarse en las vidrieras bajo el cartelito de Felicidades papá, objetos tan interesantes y llamativos como un destornillador para afinar sanzas (instrumento musical africano), martillos de cristal y perfumes con esencia de hormonas de alce tibetano en celo.
La indecisión del momento, la fiereza de los consumidores y la incompatibilidad de nuestra economía con los precios del mercado minorista, nos llevan casi siempre a decantarnos por una de estas opciones o en el peor de los casos a aparecernos con artículos para el aseo.
Regalar es sinónimo de buena educación y cultura. Quien pase una fecha por alto sin aparecerse con un detallito incumple una de las principales normas de convivencia y civilidad. Si a usted no lo soporta ni su madre, pero se aparece en una fiesta con un regalo debajo del sobaco, lo recibirán con una cara de sonrisa eterna agradecida. Y si se ausenta pero envía un regalo, además le estarán eternamente agradecidos al permitirles el disfrutar el placer de su ausencia.
Los que reciben el regalo, constituyen un importante grupo social a estudiar. Generalmente pasan por cuatro fases:
1- Cara de asombro que precede la frase “No era necesario”, mientras se estira enérgicamente la mano y se sostiene el regalo.
2- Aceptación del discurso de entrega del regalo y salutación por el onomástico junto a miradas fugaces a la caja que lo contiene para   averiguar qué contiene la cajita.
3- Apertura de la caja en la que se destruye el envoltorio (el cual acaparó cuatro horas y 27 minutos para su elaboración) mientras varias glándulas del organismo aumentan la secreción de hormonas. Después los rostros suelen adquirir varios tonos y muecas, en concordancia con la calidad y cantidad del regalo.
4- Años después alguien se encuentra el regalo en un cajón y pregunta por el curioso artefacto. En ese momento el recibidor del regalo no recuerda ni quién ni cuándo le hicieron tan desafortunado regalo, pero piensa que podría regalarlo a otro más en el cumpleaños que se aproxima.
Para que usted amigo lector, no pase por tamaña aventura, hoy, me limito a regalarle este post.

One Response to “Regalo”

  1. Ana Isa Vidal Díaz Says:

    jajajajaja Mandy, estoy de acuerdo contigo en muchas de las cosas q dices, pero igual, ya sabes que adoro regalar. Pero mi mayor placer no radica en el precio del regalo, sino en lo que significará para la persona a quien se lo doy.

Deja un comentario